Esa
noche soñé con él. Soñé con sus ojos, con su sonrisa, con sus
labios...
¿Me
estaba empezando a volver loca, o acaso a obsesionarme? No me podía
creer que siguiera sin saber su nombre. Y desde luego, quedaría
fatal si se lo preguntaba. Se me ocurrió que quizá se lo habría
dicho la noche que vomité en sus zapatos, y no me acordara. Eso
explicaría que él si que supiese mi nombre.
Al
despertarme la mañana siguiente recordé el día anterior. Había
sido mágico. Allí sentados los dos, disfrutando de la compañía...
Cuando se lo contase a Ana iba a flipar, le encantaban los chicos
románticos y, desde luego, a Mi chico misterioso no le faltaba ni
una pizca de romanticismo.
Me
apetecía muchísimo verle otra vez, pero no quería ser pesada.
Cuando por fin me decidí a levantarme de la cama, abrí mi ventana
esperando verle en el puerto, pero mis esperanzas resultaron en vano.
Me
pasé toda la mañana sin hacer nada, simplemente dándole vueltas a
la cabeza, analizando todo lo que me había pasado los últimos días.
Llegué
a la conclusión de que había perdido la cabeza, y de que en sólo 2
días me había enamorado como una tonta, o eso es lo que creía,
porque nunca había sentido nada así por alguien antes. De todas
maneras, aún me quedaban 3 meses para averiguar lo que realmente
sentía por aquel chico misterioso que había robado un pedacito de
mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario