Después
de pasar toda la mañana pensando en él, me llegó un SMS suyo que
me sacó una gran sonrisa. Me decía que esa noche había una fiesta
en casa de una chica. No, no la conocía, pero cualquier excusa era
buena, además, Ana iba a ir con Diego, y cualquier excusa era válida
para ver a Mi chico misterioso. Total, que aunque quedamos los 4 a
las 9 en casa de Ana, a las cuatro en punto abrí mi portátil,
inicié una video llamada con Ana, y estuvimos discutiendo modelito.
Sí, así éramos, siempre tan unidas, sinceras la una con la otra...
éramos como hermanas.
Bueno,
esta noche tienes que ir a saco.
No
lo sé Ana, ya me conoces. Además no quiero verme forzada a nada,
quiero que sea un momento mágico, aunque suene cursi.
Bueno,
no es que suene cursi. Yo también he sido siempre de las de pensar:
no besaré a un chico hasta que encuentre al adecuado. Pero también
he terminado aprendiendo que los príncipes azules no abundan, y que
prácticamente sólo los encuentras en las pelis. Además, ya sabes
como son los tíos...
Ya,
bueno... pero si te digo la verdad, tengo la esperanza de encontrar
a mi Príncipe, aunque existan uno entre un millón...
¿Qué
tal este?- me dijo tras probarse el 5º vestido.
Genial,
es ese, vas a arrasar. Aunque creo que Diego ya está bastante colgado
por ti ¿no?
Jajajaja.
Bueno, ahora preocúpate por tu traje.
Sí,
al final decidí modelito, después de mucho. Salí a las 9 menos
cuarto y fui a casa de Ana. Subí, y como siempre, iba con retraso. A
las nueve en punto llamaron los chicos, pero hasta y cuarto no
bajamos.
Llegamos
a la fiesta, después de 20 minutos de bus. Había un montón de
gente, y todo estaba muy bien ambientado. Nos fuimos al salón de la
enorme casa, y estuvimos bailando los 4 en círculo un rato, y
después Ana se fue con Diego a dar una vuelta.
Hacen
buena pareja, ¿eh?
¿Cómo?-
pregunté, ya que no le oía por la música, que estaba a todo
volumen.
Digo
que hacen muy buena pareja.
Ahhh...
Sí, es verdad- dije mientras asentía.
¿Te
apetece tomar algo?
Claro,
estoy seca, además quiero descansar un rato.
Pues
vamos.
Fuimos
a la cocina, en la que la música ya no resonaba tanto como en el
salón. Estuvimos hablando un buen rato.
Bastó
la mejor de mis sonrisas para darle las gracias.
De
repente, vino un chico, nos agarró a los dos del brazo, y dijo:
Hasta
que llegué al dormitorio, no sabía a lo que se refería. Iban a
jugar a botella. Corrijo: Íbamos a
jugar a botella. Pero no la típica botella de besos inocentes, sino
a los 5 minutos en el armario, que en este caso, era un vestidor.
Total,
que no opuse resistencia, aunque no me apetecía nada jugar.
Pasaron
unos turnos, y la botella no me señaló ni una vez, y por suerte a Mi Chico Misterioso tampoco. Peró... lo inevitable pasó. La
botella me señaló.
“Mierda”-
pensé.
Y
la verdad, nunca había creído en el destino, la suerte o las
casualidades, pero después de pasar esos 5 minutos con Mi chico
Misterioso en el armario, me lo replantearía seriamente.