Total,
que la botella le señaló. ¿Cómo podía ser? Casualidades de la
vida supongo... Así que no le di más vueltas y me metí en el
armario. Él entró después y el chico que nos había agarrado antes
del brazo cerró la puerta.
Y
ahí estábamos, mirándonos fijamente a los ojos, sonriendo. Poco a
poco nos fuimos acercando, muy lentamente, el uno al otro. Tenía sus
labios a 3 centímetros de los míos, y tenía unas ganas enormes de
besarle. Pero me acordé de lo que le había dicho esta mañana a
Ana.
Oye...
¿Sí?-pregunto
dulcemente.
No
quiero que te sientas obligado a nada, no quiero que las cosas
cambien por esto.
Sonrió,
pero no fue unas de sus típicas sonrisas deslumbrantes, fue una
sonrisa diferente que no pude descifrar.
Continuó
acercándose, y yo cerré los ojos. Sí, aún más cerca, más y más.
Pero... de repente, sentí sus cálidos y carnosos labios sobre mi
mejilla derecha. Vale, era tonta. Podría haberle besado, lo íbamos
a hacer sin pensarlo. Pero... quizá era mejor así, porque... ¿Y si
no le gustaba de verdad? Quizá me hubiera hecho ilusiones en vano...
Así
que ocultando mi tristeza por haberme quedado con las ganas, le
sonreí tímidamente. Y ¿qué hicimos los cuatro minutos siguientes?
Hablar. Sí, hablar. Mi chico misterioso cada vez me sorprendía más,
definitivamente, cada vez me gustaba más, incluso me atrevería a
hablar de amor. Salimos del armario. Mi chico misterioso me cogió de
la mano y salimos de allí.
La
mañana siguiente me levanté con una sonrisa en la cara. Vale, no
pasó nada entre nosotros, pero me sentí mejor que nunca con él. Y,
también pasó otra cosa que llevaba deseando desde hace mucho que
sucediera: conocí su nombre. Sí, Mi chico misterioso tenía nombre,
y aunque había perdido parte de su “misterio”, me sentía mucho
más aliviada.
A
los dos días, me mandó un mensaje diciéndome que tenía ganas de
verme, y por supuesto acepté.
Dimos
una vuelta por la playa y llegamos a un parque donde había unas
colinas. Nos sentamos en la hierba. Durante el camino continuamos
hablando, conociéndonos, compartiendo cosas, algo que nos sentó
genial a los dos.
Cuando
llevábamos un rato sentados en la hierba, salió el tema inevitable
después de la fiesta, que no habíamos mencionado hasta ese momento.
¿Te
pasa algo? Desde la fiesta estás raro- vale, sí, hace un momento
he dicho que estábamos muy bien, pero se notaba perfectamente que
no estaba igual que otros días.
No
sé... es que... el otro día, en el armario...
Dímelo,
no pasa nada.
Es
que... pensé que no te gustaba, parecía que no querías besarme, y
yo me moría de ganas de hacerlo.
Yo
también, de verdad, pero no quería que te vieras forzado.
Cuando
te tocó, estaba deseando que la botella me señalara a mí.
Le
sonreí, y tras unos segundos de silencio, dije tímidamente:
Y
otra vez, esa sonrisa, sí, esa sonrisa de hacía una semana, esa que
me encantaba, que me llenaba, que hacía que las famosas mariposas
revoloteasen en mi estómago... Se fue acercando poco a poco, como el
otro día. Cuando estaba prácticamente rozando mis labios, se detuvo
un segundo, y yo eliminé la distancia y le besé. Fue un beso dulce
al principio. Nuestros labios se movían lentamente, “tanteando
terreno”. Pero al sentirnos tan cómodos, los dos empezamos a
besarnos con más ansia, haciendo lo que no hicimos el otro día, y
quizá lo que hacía tiempo que queríamos hacer...
Adelanto:
Entonces
ya estáis oficialmente saliendo??
Nosé,
no lo hemos hablado así, pero supongo que se puede decir que sí.
¡AAAAAAHHHHHHHHH!
- Ana gritó tanto que me quedé sorda por un momento.
PD: Bueno, al final he tardado bastante en colgar esta parte, pero he tenido que hacer retoques y pensar cómo quería contarlo. Me temo que la siguiente parte tardaré bastante en escribirla, porque estoy bastante liada... pero bueno, intentaré seguir colgando cosas con regularidad. Un beso a todos!!!!!