jueves, 19 de mayo de 2011

Mi chico misterioso 8.


En cuanto volví a casa me fui derechita a la ducha. Me puse unos pantalones cortos y una camiseta gris muy ancha que me había comprado hacía poco.




Había quedado con Ana a las 9 para bajar juntas a la playa. Cogí mi regalo para Mi Chico Misterioso, que había comprado esa misma tarde, y las dos salimos pitando de casa.
En medio de la playa había montada una especie de carpa donde había muchas sillas y mesas repletas de bebida y comida. Por el camino vimos a varios que ya estaban borrachos. ¿Hace tanto había empezado la fiesta o es que había bebido ya un montón? En fin, yo tenía claro que hoy no iba a beber, no quería hacer ninguna tontería. Ana vio a Diego y me dijo que si no me importaba quedarme sola. Le dije que no y me fui derechita a buscar a Mi chico Misterioso. Increíble. Este era el segundo día que pasaba con él, y aún no sabía su nombre. Hasta ahora no me había dado cuenta. ¿Sería mejor seguir manteniendo la magia? Pero... si en algún momento tenía que decir su nombre, iba a quedar muy mal. En cuanto le vi, dejé de comerme la cabeza. Se acercó sonriente hacia mí, me dio dos besos, yo le dije felicidades y le di el regalo.

  • ¿Lo abro ahora?- preguntó esperando mi aprobación.
  • Sí, ábrelo.
Le quito el lazo rojo que había puesto hace apenas unas horas y empezó a romper el papel. Sonrió en cuanto vio la caja. La abrió, sacó las Vans que había dentro, y me miró.
  • Guau, que chulas. Son mi número y todo.¿Cómo lo has sabido?
  • Bueno, esta mañana le eché un vistazo a tus chanclas.
  • ¡Muy buena esa!-volvió a reír. Muchas gracias, me encantan, pero no te tenías que haber molestado.
  • Es lo mínimo después de lo de ayer.
  • Pues gracias de nuevo.

    • ¡Hey tío, vente, te voy a presentar a Sandra!- dijo un chico que llevaba puesto un collar de hawaiana e iba sin camiseta.
    A Mi Chico Misterioso no le dio tiempo a decir nada, porque el chico le cogió del brazo y tiró de él.
    • Hablamos luego- se despidió.
    Fui hacia una de las mesas donde había cocacola y me serví un vaso. Mario se acercó por detrás y me dio dos golpecitos en la espalda. Nos dimos dos besos, y acepté su invitación de salir a bailar.

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