Manejar el tiempo.

Poder manejar el tiempo. Sería algo único. Lo primero que haría sería volver a esa noche.

Me llamaste a las 5 de la tarde y me dijiste que me pusiese guapa, que a las 9 pasarías a buscarme. Llamaste al timbre, me diste un beso y me vendaste los ojos. Cada vez estaba más impaciente. Después de un rato, el coche se detuvo. Me abriste la puerta y me diste la mano para ayudarme a bajar del coche. La impaciencia era cada vez más evidente, y tu te reías, lo que me hacía ponerme más nerviosa aún. Oí unas llaves, y poco después como giraban y una puerta se abría. Tiraste de mí y me dijiste que esperara. Me dejaste sola apenas unos segundos que parecieron minutos. Viniste y me abrazaste por detrás. Poco después me quitaste la venda de los ojos. Estaba un poco desconcertada al principio, pero poco a poco descubrí que estábamos en tu casa. La luz era tenue y al fondo del salón había una mesa llena de cosas con varias velas encima. Me dí la vuelta y después de ver tu sonrisa bajé la vista. Sostenías una rosa. Volví a subir la vista a tus ojos y te besé. La cena fue genial, todo estaba riquísimo. Al terminar, estaba llena, pero aún así me convenciste para que bailara contigo. Después de unas cuantas canciones lentas, nos fuimos a tu cuarto y pusiste un disco que te había regalado hacía un año con mi música preferida. Encendiste más velas y nos quedamos ahí tumbados en la cama durante un tiempo. Poco después empezaste a besarme. Nos quitamos la ropa y, minutos después me quitaste el sujetador y comenzaste a besarme por los pechos. Me susurraste un Te Quiero al oído. Quizá fue en ese preciso instante cuando caí rendida y me dejé llevar. Me dejé llevar por tu suave olor a menta, por tu pelo, por tu mirada, por tu suave tacto bajo mi piel, por tus caricias. Entonces, ocurrió. Esa noche me hiciste el amor por primera vez.

Sí, definitivamente sería algo mágico poder manejar el tiempo.