Si queréis saber algo más del libro, voy a dejar más información en la página de Mis recomendaciones de libros.
- Vaya, vaya -digo, señalando al póster. Miro a mi alrededor intentando asimilarlo todo-. Creo que tu habitación me está ayudando a comprender mejor a Joe Fontaine alias el pirado.
- Sí, antes de enseñarte la habitación-bomba me pareció mejor esperar a que...
- ¿A qué?
- No sé, a que te dieras cuenta...
- ¿Que me diera cuenta de qué?
- No lo sé, Lennie... -veo que se ha quedado como cortado.
De
alguna manera, se ha creado una situación incómoda.
- Dime -insisto-. ¿Esperar a que me diera cuenta de qué?
- Nada, es una tontería.
Se
mira a los pies, después vuelve a mirarme. Zas. Zas. Las pestañas.
- Quiero saberlo -digo.
- Vale, te lo digo: Esperar a que te dieras cuenta de que a lo mejor yo también te gustaba a ti.
La
flor brota de nuevo en mi pecho, esta vez pasa de capullo a primer
premio de un concurso en solo tres segundos
- Me gustas -digo y después, sin pensar, añado- : Un montón.
¿Pero
qué me pasa? Ahora de verdad no puedo respirar. La situación
empeora con los labios que de pronto están apretados contra los
míos.
Nuestras
lenguas se han enamorado locamente y se han casado y mudado a Paría.
Cuando
estoy segura de haber compensado todos los años anteriores de falta
de besos, digo:
- Creo que, si no paramos de besarnos, el mundo va a estallar.
[…]
- No sabía que los trompetistas eran tan temibles -digo, mientras suelto su mano y bebo un trago de la botella-. ¿Y los guitarristas?
- Tu dirás.
- Vamos a ver, déjame pensar... -esta vez le acaricio yo la cara -. hogareños y aburridos y, por supuesto, sin ningún talento... -suelta un carcajada-. Todavía no he terminado. Pero lo compensan porque son tan, tan apasionados...
- Dios -susurra, mientras me pasa la mano por la nuca y lleva mis labios hacia los suyos-. Esta vez vamos a dejar que estalle todo este puto mundo.Y eso hacemos.
- No lo puedo evitar. Soy medio francés, joie de vivre y todo ese rollo. En serio, todavía no te he visto en ningún grado de desnudez, y ya han pasado tres días enteros desde nuestro primer beso, quel catastrophe, ¿sabes? - intenta apartarme de la cara el pelo, que flota al viento, después me besa hasta que el corazón se me sale del pecho como un caballo desbocado-. Aunque es verdad que tengo una gran imaginación...
- Quel gilipollas -digo, tirando de él hacia mí.
- ¿Sabes?, solo me porto como un gilipollas para que digas quel gilipollas -responde.Bueno, por fin de vuelta. Después de casi 8 horas de viaje, por fin estoy sentada tranquilamente en mi cama escribiendo. Barcelona me ha encantado, me he enamorado de las playas y del ambiente que hay. El hotel, algo peor. Todo lleno de alemanes! y ese no es el problema. El problema es que se tiraban hasta las tantas gritando y corriendo por los pasillos, y se oía todo. Y a las siete de la mañana ya estaban armándola otra vez. Sin ir más lejos, hoy en el desayuno había 2 chicos alemanes (tendrían 14 años) que cogieron una jarra de leche y se la llevaron a la mesa. ¿Sabéis lo que querían hacer? Echar sal a la leche. Flipante ¿no? En fin, que ya he tenido suficiente dosis de alemanes para los próximos años, y no creo que vuelva por allí...
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