sábado, 23 de abril de 2011

El cielo está en cualquier lugar.

Aquí os dejo dos pequeños fragmentos del libro que me estoy leyendo ahora, El cielo está en cualquier lugar.
Si queréis saber algo más del libro, voy a dejar más información en la página de Mis recomendaciones de libros. 


  • Vaya, vaya -digo, señalando al póster. Miro a mi alrededor intentando asimilarlo todo-. Creo que tu habitación me está ayudando a comprender mejor a Joe Fontaine alias el pirado.
  • Sí, antes de enseñarte la habitación-bomba me pareció mejor esperar a que...
  • ¿A qué?
  • No sé, a que te dieras cuenta...
  • ¿Que me diera cuenta de qué?
  • No lo sé, Lennie... -veo que se ha quedado como cortado.

De alguna manera, se ha creado una situación incómoda.
  • Dime -insisto-. ¿Esperar a que me diera cuenta de qué?
  • Nada, es una tontería.
Se mira a los pies, después vuelve a mirarme. Zas. Zas. Las pestañas.
  • Quiero saberlo -digo.
  • Vale, te lo digo: Esperar a que te dieras cuenta de que a lo mejor yo también te gustaba a ti.
La flor brota de nuevo en mi pecho, esta vez pasa de capullo a primer premio de un concurso en solo tres segundos
  • Me gustas -digo y después, sin pensar, añado- : Un montón.
¿Pero qué me pasa? Ahora de verdad no puedo respirar. La situación empeora con los labios que de pronto están apretados contra los míos.
Nuestras lenguas se han enamorado locamente y se han casado y mudado a Paría.
Cuando estoy segura de haber compensado todos los años anteriores de falta de besos, digo:
  • Creo que, si no paramos de besarnos, el mundo va a estallar.
[…]
  • No sabía que los trompetistas eran tan temibles -digo, mientras suelto su mano y bebo un trago de la botella-. ¿Y los guitarristas?
  • Tu dirás.
  • Vamos a ver, déjame pensar... -esta vez le acaricio yo la cara -. hogareños y aburridos y, por supuesto, sin ningún talento... -suelta un carcajada-. Todavía no he terminado. Pero lo compensan porque son tan, tan apasionados...
  • Dios -susurra, mientras me pasa la mano por la nuca y lleva mis labios hacia los suyos-. Esta vez vamos a dejar que estalle todo este puto mundo.
    Y eso hacemos.

  • No lo puedo evitar. Soy medio francés, joie de vivre y todo ese rollo. En serio, todavía no te he visto en ningún grado de desnudez, y ya han pasado tres días enteros desde nuestro primer beso, quel catastrophe, ¿sabes? - intenta apartarme de la cara el pelo, que flota al viento, después me besa hasta que el corazón se me sale del pecho como un caballo desbocado-. Aunque es verdad que tengo una gran imaginación...
  • Quel gilipollas -digo, tirando de él hacia mí.
  • ¿Sabes?, solo me porto como un gilipollas para que digas quel gilipollas -responde.



    Bueno, por fin de vuelta. Después de casi 8 horas de viaje, por fin estoy sentada tranquilamente en mi cama escribiendo. Barcelona me ha encantado, me he enamorado de las playas y del ambiente que hay. El hotel, algo peor. Todo lleno de alemanes! y ese no es el problema. El problema es que se tiraban hasta las tantas gritando y corriendo por los pasillos, y se oía todo. Y a las siete de la mañana ya estaban armándola otra vez. Sin ir más lejos, hoy en el desayuno había 2 chicos alemanes (tendrían 14 años) que cogieron una jarra de leche y se la llevaron a la mesa. ¿Sabéis lo que querían hacer? Echar sal a la leche. Flipante ¿no? En fin, que ya he tenido suficiente dosis de alemanes para los próximos años, y no creo que vuelva por allí...

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